Fecha: 26/01/2018
Fuente: El Salto

Las ONG enfrentan una oleada de políticas en su contra en la Unión Europea, empezando por Hungría. En su particular guerra contra su archienemigo, George Soros, el primer ministro húngaro Víktor Orbán ha lanzado un conjunto de normas que buscan reprimir la actividad de estas organizaciones y sus activistas. Pero no es el único país que restringe la solidaridad: desde Polonia a Reino Unido, las condiciones bajo las que trabajan las ONG son cada vez más duras.

Habrá mucho que decir en contra del multimillonario George Soros, pero la reputación se mide también por las agresiones de los enemigos. Y frente al magnate se lleva situando unos meses el primer ministro húngaro Viktor Orbán. Frente a su particular lucha, un reguero de víctimas, desde los refugiados hasta quienes los acogen.

A través de Open Society Foundations, la organización con la que Soros promueve valores liberales pero también progresistas, ha estado respaldando proyectos que empoderan a la sociedad civil, también en Hungría. Esos planes no le han gustado nada al ultraconservador Orbán, que lo acusa de minar la “cultura cristiana” de Europa llenando el continente de inmigrantes, en su mayoría musulmanes.

El intercambio de acusaciones ha llegado finalmente a la iniciativa política. El gobierno húngaro ha publicado un paquete de medidas que, con una sutileza estupenda, ha llamado “Stop Soros”. Si prospera, las ONG que ayudan a los migrantes en siatución irregular quedarán fuera de la ley y lo que es peor, quienes forman parte de ellas podrían sufrir “restricciones” e incluso ser “expulsados”.

No se esperan críticas de la Unión Europea. Sobre todo porque la iniciativa de Orbán se produce poco después de que la Agencia Europea de Derechos Humanos (FRA) publicara la semana pasada un informe con el que pintaba de negro el futuro de los activistas por los derechos de los refugiados. Bajo el título “Desafíos que enfrentan las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en derechos humanos en la UE”, el documento hablaba de cuatro áreas en las que las ONG en suelo europeo no deberían meterse: el entorno regulatorio, la financiación, el derecho a la participación o la facilitación de un espacio seguro.

Bajo este paraguas, el gobierno húngaro se atreve a ir más lejos. Pero no es el único. Polonia también ha introducido nuevas restricciones para las ONG. En Eslovaquia, las ONG deben registrarse dos veces. Y no es una cuestión de la Europa del Este: en el Reino Unido, los activistas llevan tiempo criticando la Lobbying Act que impone desde 2014 medidas similares.

Hablando de George Soros, entre los filántropos también ha empezado a cundir el pánico. El European Foundation Centre también publicó un informe la semana pasada que alertaba sobre los nuevos peligros de seguir financiando a la sociedad civil. Esta vez, el título era “Ampliando el espacio para la filantropía europea”, pero en realidad hablaba de reducirlo. El centro advertía a los financiadores de que los efectos prácticos de las nuevas medidas en la vieja Europea creaba nuevos “obstáculos”. Entre ellos, que las subvenciones más pequeñas, los microcréditos, se estaban volviendo tan prohibitivas a nivel de costes que ya no merecía la pena invertir en ellas.

Hay días en que Europa camina hacia atrás y destroza la moral de sus creyentes. Hoy es uno más de esos.