Fecha: 24/02/2019
Fuente: El Periodico

La iniciativa impulsada por la Taula d’entitats del Tercer Sector Social de Catalunya pretende conectar la acción social y el mundo tecnológico para acelerar la transformación digital en la atención a las personas. Leo un artículo sobre el internet de las cosas (IOT) que enfatiza diferentes conceptos: “oportunidades de negocio”, “valor”, y “eficiencia operativa”. Los efectos de la revolución digital y la irrupción del internet de las cosas es innegable en nuestro día a día, no solo interconectando objetos físicos (vehículos, máquinas, electrodomésticos, etcétera) sino haciendo estos objetos más inteligentes. Pero, ¿cuándo se hará el paso definitivo de pasar del internet de las cosas (IOT), al de las personas (IoP)? ¿Cuándo se evolucionará de la intersección entre la tecnología, el diseño y la estrategia, a la de la tecnología y la mejora de la calidad de vida y el bienestar de las personas?

Casas domotizadas que nos permiten abrir la calefacción o las luces desde fuera de casa, neveras que nos avisarán de que la comida está a punto de caducar y pulseras electrónicas que controlan la actividad de nuestro cuerpo en todo momento y facilitándonos todo tipo de datos. Si se ha conseguido avanzar hasta este punto hay que ser ambiciosos y exigentes para que todo este potencial se dirija a tecnología para las personas y, sobre todo, para aquellas más vulnerables.

Incorporar la innovación en la visión estratégica
La alianza entre la tecnología y la acción social es clave para dar respuesta a retos sociales (pobreza, fenómeno migratorio, accesibilidad, sin hogar, inserción laboral de personas con graves dificultades para acceder al mercado de trabajo, etcétera) que requieren que, desde todos los ámbitos, se aporten soluciones, incluidas soluciones tecnológicas. De ello es consciente la Taula d’entitats del Tercer Sector Social de Catalunya que impulsa el proyecto m4Social de innovación digital en el ámbito social. La iniciativa pretende conectar la acción social y el mundo tecnológico para acelerar la transformación digital en la atención a las personas, contribuyendo al empoderamiento de la ciudadanía y de las entidades sociales que ofrecen servicios y apoyos a colectivos en situación de vulnerabilidad. Lo hace partiendo de la base de que el Tercer Sector no puede quedar al margen de esta acelerada revolución digital. No puede hacerlo porque es una “oportunidad” (una de las palabras claves del artículo) y porque la innovación debe entenderse como un “valor” añadido (otro de los conceptos clave de aquel artículo) para las entidades sociales. La innovación entendida no solo como el proceso de desarrollar productos sino también como una vía de introducir cambios organizativos, que consigan que las organizaciones sean más “eficientes” (otra idea del artículo) y eficaces en su manera de trabajar y, por tanto, en la atención a las personas. Es por esta razón que el sector social tiene que hacer un esfuerzo grande en incorporar la innovación en la visión estratégica, promoviendo el liderazgo y la formación de sus profesionales en este ámbito. Se necesita, y mucho, si tenemos en cuenta que solo un 8% de las entidades sociales dispone de personal responsable de innovación.

El sector social necesita aliados
Pero para conseguir esta evolución del Internet de las Cosas al de las personas, el sector social no puede lograrlo solo y, como sucede con cualquier otro proyecto que quiere producir un verdadero impacto y transformación social, necesita aliados. Aliados que faciliten que las empresas TIC se acerquen a las necesidades del Tercer Sector (en definitiva, a las necesidades de las personas, que es lo que más nos importa para mejorar su bienestar y calidad de vida) y que favorezcan que el grado de digitalización del Tercer Sector sea equiparable al de otros sectores para así fortalecerlo y estar más preparados para las necesidades sociales del futuro. Aliados que son las mismas empresas, pero también las administraciones, que a través de la transferencia de conocimiento y de la provisión de recursos económicos y técnicos, pueden ayudar a dar ese paso definitivo que las entidades sociales necesitan. Y esta idea (¡reto!) volverá a mi cabeza en los próximos días cuando los medios de comunicación publiquen informaciones de Barcelona como capital del Mobile World Congress y hablen de redes móviles 5G, innovación disruptiva, inteligencia artificial y un largo etcétera. Será entonces que me volveré a preguntar: ¿Cuánto nos queda para lograr la meta de disponer de soluciones y aplicaciones tecnológicas verdaderamente sociales, inclusivas y sostenibles?