Data: 08/12/2018
Iturria : El Confidencial

En estas sociedades crecientemente lábiles, donde el individualismo crece, la globalización arrasa las identidades locales y la deshumanización nos impacta y preocupa, nos encontramos, sin embargo, con el surgimiento de su polo opuesto: una conciencia cívica que participa activamente en actividades filantrópicas y de interés general, sin esperar retribución alguna a cambio de sus aportaciones dinerarias, en especie o del trabajo voluntario.

Este mecenazgo individual, social y, también, empresarial, esta implicación acelerada en actividades de interés general del más variado tenor (sociales, Medio Ambiente, defensa del patrimonio histórico, lucha contra el cambio climático, protección de los derechos humanos, acción contra las catástrofes naturales, atención a los más débiles, discapacitados y necesitados de nuestra sociedad, etc.), se está internacionalizando aceleradamente, expandiendo los sujetos imbricados y generando novedosas respuestas sociales a problemas que, por su propia naturaleza, sólo puede resolver una acción ciudadana decidida y una sociedad civil fuerte y organizada.

Este mecenazgo individual, social y, también, empresarial se está internacionalizando aceleradamente

Se está desarrollando así, en todas las jurisdicciones, un tercer sector, con raíces históricas profundas, que es diferente y se quiere y demanda diferenciado tanto del sector público, guiado teóricamente por el interés público, como del sector privado, regido por las leyes inexorables del mercado y la búsqueda acelerada del lucro individual para accionistas y directivos.

Ese tercer sector que persigue el interés general, ajeno de la perspectiva corto placista y egoísta del beneficio individual y sin las limitaciones políticas y los intereses corporativos que suelen caracterizar, con muchos matices, la actividad pública, se ha ido desarrollando de manera desigual en nuestras sociedades.

El tercer sector en España
Así, en España, su configuración —en su vertiente laica— hubo de esperar (como en tantas otras materias) al nacimiento de la democracia y el surgimiento paulatino, a su calor, de una sociedad civil organizada y solida.

Su reconocimiento legal, en los artículos 22 y 34 de nuestra Carta Magna, al vincular las fórmulas jurídicas clásicas de esta sociedad civil: las asociaciones y fundaciones en la búsqueda del interés general, son un hito fundacional y fundamental en esta trayectoria ascendente del tercer sector.

Por ello, a pesar de que cada vez más los españoles y también (aunque todavía con un rezago superior) las empresas de nuestro país que participan con su trabajo voluntario y con sus donativos y negocios similares en el desarrollo del tercer sector; nos queda un gran camino por recorrer si queremos alcanzar los niveles de éxito y expansión que sociedades occidentales, tanto de raigambre anglosajona como de otras culturas (escandinavas, Alemania, etc.) han alcanzado en este ámbito.

Nuestro Tercer Sector, en general, se enfrenta todavía a significativos problemas estructurales y carencias en sus formas de gestión

En ese sentido, los últimos datos (2017) reflejan que, en España, los individuos que participan de manea regular en actividades del tercer sector, apenas representan el 33% de la población frente a porcentajes mucho más elevados en otros países europeos, como, por ejemplo, Inglaterra, donde esa cifra se acerca al 65%.

Pero, no se trata solo de que falte todavía un gran trecho para que el grado de participación de los ciudadanos españoles en actividades cívicas y sociales alcance los estándares europeos, sino que, además, nuestro tercer sector, en general, se enfrenta todavía a significativos problemas estructurales y carencias en sus formas de gestión.

Excesiva dependencia de los recursos públicos
Así, por ejemplo, la crisis económica ha puesto de manifiesto cómo la excesiva dependencia de muchas organizaciones del tercer sector de la financiación pública significa un elevado nivel de riesgo para la propia continuidad de sus actividades en las fases depresivas del ciclo económico. Dependencia que, además de los problemas de orden financiero que implica, resulta contraria a algunos principios de buena gobernanza de las instituciones sociales, como es la necesidad de ser autónomas respecto de cualquier partido político o ideología dominante en el Gobierno.

Esa dependencia ha conllevado, asimismo, un grave recorte en muchas actividades durante la crisis económica, una cierta ineficiencia en la gestión de los recursos y la ausencia de una búsqueda de diversificación en los recursos financieros que nutren la vida de las organizaciones del tercer sector, lo cual impide dotar a sus actividades de una perspectiva a largo plazo.

También se nota que nuestras empresas, a pesar del influjo de la retórica de la Responsabilidad Social Corporativa, dejan mucho que desear a la hora de traducir su discurso en intervenciones efectivas a favor de la sociedad en la que desarrollan su actividad.

Se nota que nuestras empresas dejan mucho que desear a la hora de traducir su discurso en intervenciones efectivas a favor de la sociedad

Sociedades que, en línea con los deseos propios de los ‘stakeholders’ empresariales —probablemente, buscando no ser simples consumidores pasivos de sus bienes y servicios—, demandan a las empresas que traduzcan en hechos tangibles sus estrategias y políticas sociales y medioambientales más o menos explícitas.

Pues bien, como las experiencias de las sociedades con mayor desarrollo del tercer sector demuestran, supuesto de Estados Unidos y del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, así como las sociedades nórdicas refrendan, la diversificación de las fuentes financieras a las que accede el tercer sector, mejora su trabajo, refuerza su organización, aumenta su eficacia y favorece su gobernanza.

El ‘fundraising’
Pero, tras la negativa experiencia de lo que supone una excesiva dependencia de los fondos públicos y la todavía reducida participación de las empresas en las actividades de interés general, subyace, asimismo, la idea de que las instituciones del tercer sector tienen que incorporar nuevas técnicas de captación de recursos que, además, refuercen los vínculos de tales entidades con los donantes personas naturales, las sociedades y otras instituciones, logrando su fidelización como aportadores de fondos del tercer sector.

En este proceso, la misma experiencia internacional nos ofrece las técnicas de ‘fundraising’, es decir, el trasladar a la búsqueda de recursos financieros (desde el interior de las ONG o desde el exterior) las necesidades, principios y valores de las entidades del tercer sector solicitando el apoyo financiero o de trabajo de la sociedad en su conjunto y utilizando para lograrlo técnicas modernas como son las TIC, el ‘marketing’, el ‘crowdfunding’ o la comunicación pública.

El ‘fundraising’ incorpora un uso acelerado de las tecnologías de la información y las comunicaciones

Mediante la aplicación de técnicas profesionales y con el apoyo de organizaciones especializadas en captar recursos, a la vez que se vincula a los nuevos donantes con los objetivos de interés general del tercer sector, se difunden sus fines de interés general y se accede a nichos de mercado, tradicionalmente alejados del reclamo tradicional de las ONG; de esta forma, se puede, no solo obtener mayores fondos, sino diversificarlos, potenciar la eficiencia en su captación, vincular mejor a la ONG con la sociedad a la que sirve y, a la vez, preservar su misión y valores.

Además, los ‘fundraisers’, como profesionales intermediarios entre las ONG y las sociedades, se adecúan mejor al modelo de trabajo de unas empresas, sobre las cuales es necesario realizar una fuerte difusión de la relevancia del mecenazgo para su mejor reputación empresarial. También se identifican mejor con la idiosincrasia de las generaciones más formadas tecnológicamente, como los millennials, pues el ‘fundraising’ incorpora un uso acelerado de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

Los ‘fundraisers’, como profesionales mediadores entre las ONG y las sociedades, se adecúan mejor al modelo de trabajo de unas empresas

Es preciso, por lo tanto, en España dar a conocer la relevancia del ‘fundraising’ como herramienta de trabajo de las ONG, al servicio del interés general. Por otra parte, se deben despejar los errores que identifican al ‘fundraiser’, equivocadamente, con prácticas de informalidad laboral y no como un profesional que pone sus conocimientos y experiencia al servicio de labores sociales y públicas.

Por último, se debe regular específicamente esta actividad en el marco de una reforma global del tercer sector y del mecenazgo en España, dotando de seguridad jurídica a un instrumento de captación de fondos para fines de interés general, ampliamente difundido en la Unión Europea.