Fecha: 28/05/2018
Fuente: Fantova.net

Las organizaciones y redes del tercer sector de acción social, en términos generales, asumen que una de sus tareas inexcusables es la de lograr tener influencia en las políticas públicas. Para ello, posiblemente, el primer paso es analizar sus condicionantes y expectativas externas e internas y tomar conciencia de que, frecuentemente, ellas mismas son parte integrante del sistema establecido, singularmente en el ámbito de los servicios sociales y, frecuentemente, en otros como los del empleo o la vivienda. Por ello, transformar las políticas públicas empieza por transformarse a sí mismas (por ejemplo, despatriarcalizar las políticas públicas empieza por despatriarcalizarse a sí mismas).

Por otra parte, para lograr incidencia política, el tercer sector de acción social debe avanzar en su configuración como intelectual colectivo, compatible con la emergencia de intelectuales orgánicas, personas que puedan encarnar, en determinados momentos, el pensamiento, el conocimiento y la voz colectivas. Se trata de ir a la interlocución política con los poderes públicos (y otros agentes) más y mejor pertrechadas de análisis y propuestas comprehensivas sobre las políticas sectoriales y la atención integrada y no únicamente del “qué hay de lo mío”.

Seguramente, en ese terreno, hoy y aquí, es fundamental tener claro lo que supone la aplicación de un enfoque de derechos en la universalización de los servicios sociales y de otras ramas de la política social y ejercer la resistencia crítica ante los intentos de restaurar ultimas redes asistencialistas que, con la bandera de conveniencia de una pretendida atención integral, precarizan estructuralmente las vidas de muchas personas y, también, dicho sea de paso, el propio tercer sector de acción social. Sabiendo que el reparto de papeles entre el sector público, el tercer sector y otros agentes será diferente en cada sector de actividad (servicios sociales, garantía de subsistencia, vivienda, empleo u otros).

Por otra parte, ese enfoque de derechos universales y el impulso de unos servicios sociales personalizados y comunitarios obliga a no pocas organizaciones del tercer sector de acción social a iniciar, más pronto que tarde, una travesía que, mediante la gestión del conocimiento y las alianzas estratégicas, les lleve a abandonar su nicho tradicional de atención segregada a un determinado colectivo poblacional para irse abriendo al conjunto de la ciudadanía diversa en el territorio (desde el hacinado al despoblado) en clave, cada vez más, de prevención y promoción.

Cada organización y cada red del tercer sector de acción social deberá definir y conquistar su posicionamiento específico, con la proporción deseada, en cada fase de su desarrollo, de ingredientes como: ser red de relaciones solidarias, dinamización comunitaria, intervención profesional, construcción de conocimiento, innovación social, construcción del diálogo civil (a la altura del diálogo social), colaboración con el sector público, sensibilización, cabildeo, fortalecimiento del propio tercer sector de acción social, denuncia, construcción de alianzas con o en movimientos sociales, movilización y así sucesivamente.

Posiblemente, la prueba del algodón de las estrategias de incidencia política del tercer sector de acción social sea la verificación en su seno de procesos de participación y empoderamiento de personas en situación, por ejemplo, de dependencia funcional, aislamiento relacional, exclusión comunitaria o fragilidad vital. Ser menos organizaciones que compiten por subvenciones para sostener empleos (en buena parte dedicados a solicitar y justificar subvenciones) y más instrumentos de autoorganización comunitaria y transformación social.

(Reflexiones compartidas en Cáritas de Castilla y León.)