Fecha: 11/03/2018
Fuente: Deia

Entidades y ONG necesitan adaptarse para hacer frente a una creciente complejidad social

Dependencia y envejecimiento son algunas de las nuevas realidades

La sociedad vasca, al igual que muchas de las de su entorno, está cambiando, se transforma, amplía y diversifica, y fruto de esa evolución presenta nuevas necesidades y problemas a los que se debe atender. Las organizaciones del Tercer Sector Social que trabajan en y desde Euskadi están dando respuesta a estas nuevas necesidades gracias una labor constante, aunque no siempre bien identificada, de innovación social asociada a su carácter emprendedor y a su funcionamiento colaborativo. El reparto del empleo, el envejecimiento, la educación, la dependencia, la llegada de refugiados, la inclusión… son algunas de las cuestiones atendidas por las entidades de iniciativa social y que requieren grandes dosis de innovación.

Para conocer la realidad de la innovación social creada y aplicada por las más de tres mil entidades que configuran el Tercer Sector de acción social de Euskadi, Begirada Elkartea, con el apoyo de otras organizaciones, ha promovido un estudio en el que queda patente la capacidad de adaptación de las entidades a las nuevas demandas de la sociedad y que, aunque algunas de estas organizaciones no lo sepan reconocer, muy a menudo hacen innovación social. “Muchas entidades del tercer sector se han descubierto como innovadoras por las acciones que realizan más que por su discurso”, destaca Jon Barrutia, decano de la Facultad de Economía y Empresa de la UPV/EHU y codirector del trabajo.

El primer problema al que se enfrentaron los autores del estudio fue la definición de innovación social, un concepto “con un alto grado de intangibilidad” y difícil de concretar por “la heterogeneidad del Tercer Sector”, apunta Jon Barrutia. El Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación del País Vasco plantea la innovación social como “una oportunidad para dar una respuesta integral y estructurada a los grandes desafíos de nuestra sociedad”. En el reciente estudio de Begirada Elkartea se indica que “es el proceso mediante el cual se crea valor para la sociedad” y se utiliza como “una plataforma para fomentar un entorno favorable”.

“Más que hacer una definición formal, en el trabajo se han señalado las características centrales de la innovación social, las que consideramos que indican que se está realizando innovación. La primera de estas características consiste en aceptar la innovación para hacer transformación social sin perder la identidad y la misión, asumir que la propia dinámica del Tercer Sector los convierte en emprendedores y que una ONG debe tener dinámicas de emprendimiento. La segunda es establecer redes colaborativas que evolucionan. Actuar en red -que es algo que ya hace el Tercer Sector- tiene un punto innovador porque la configuración de las redes va cambiando”, señala Barrutia. El codirector del estudio añade que “la administración pública no entiende por innovación lo mismo que las entidades sociales” y que esto se debe a que “la administración tiene que establecer características muy objetivas de asignación de fondos, de tal forma que esa formalización y objetivación rompe con la cultura innovadora. Así hemos descubierto que hay una pequeña contradicción: la administración promueve la cultura innovadora pero esa innovación social debe presentar unos parámetros objetivos medibles y contables y por tanto ya no queda claro si es innovación, porque algo muy innovador es difícil de pesar y medir”.

En cuanto a las nuevas necesidades sociales Jon Barrutia explica que muchas veces la novedad estriba en los matices o en la suma de circunstancias. Y pone el ejemplo del envejecimiento. “Personas mayores ha habido siempre, pero no tantas ni tan mayores, por eso la atención y el cuidado de estas personas están ahora determinados por esos factores: la llegada a edades cada vez más avanzadas de manera prácticamente masiva. Además, esas personas mayores tienen cada vez más cultura y más competencias y el tratamiento a sus posibles limitaciones tiene que ser distinto al de hace años”.

El estudio de Begirada Elkartea sobre la innovación social aplicada por el Tercer Sector de Euskadi ha concluido que esta capacidad para transformar la sociedad y responder a sus necesidades es muy importante para las entidades. La segunda conclusión es que “a la hora de hacer innovación social las entidades entienden que la colaboración es crucial, ya que debido a la dimensión que tienen muchas de ellas la mejor manera de abordar procesos de innovación, captación de recursos o ejecución es dotarse de estructuras colaborativas y redes”, resume el decano. “Las entidades del Tercer Sector -continúa Jon Barrutia- también dan mucha importancia a la gobernanza participativa que en sí misma ya es un ejemplo de innovación social y es muy importante para impulsar la transformación del sector, para evitar que las entidades sociales sean permanentes demandantes de recursos a la administración pública y que ésta sea una mera financiadora. Una cogobernanza participativa corresponsabiliza a ambas partes, no define roles estáticos y abre camino a la participación en la toma de decisiones”.

Sobre la cuarta y última conclusión, el decano apunta que en algunas organizaciones “se ha detectado resistencia al cambio pese a haber nacido con una cultura muy reivindicativa” y matiza que no se trata de que las entidades se “hayan institucionalizado”, sino que “aunque demanden una dinámica de cambio y vean la innovación social como herramienta para lograrlo, en la práctica la actualización de la organización puede costar más de lo previsto”.