Data: 09/05/2018
Iturria : Begirada

Un estudio apoyado por el Instituto Vasco de la Mujer-Emakunde confirma que las comunidades activistas del País Vasco –movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación alternativos y ONGDs– constituyen espacios en los que la violencia sexista “se reproduce y legitima”.

La investigación ‘Transformando imaginarios sobre violencia sexista en el País Vasco. Narrativas de mujeres activistas’ se ha presentado este martes en una rueda de prensa celebrada en la sede de Emakunde en Vitoria.

La autora del estudio, la investigadora Tania Martínez Portugal, ha analizado la violencia sexista en los entornos activistas del País Vasco y para ello ha reconstruido con mujeres activistas de movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación alternativos y ONGDs sus narrativas de maltrato a través de la técnica de Producciones Narrativas.

El estudio concluye que, a pesar de la heterogeneidad de las mismas y el riesgo de generalización, las comunidades activistas del País Vasco constituyen espacios en los que la violencia sexista “se reproduce y legitima, dada la persistencia de las mismas lógicas que posibilitan la violencia y su justificación en cualquier otro contexto social y cultural”.

Según ha explicado, a pesar de la continuidad de algunas de las causas y formas de ejercer la violencia respecto a otros contextos sociales, existen ciertas especificidades.

En concreto, ha destacado las relacionadas con la negación del sexismo y la violencia sexista, la jerarquización de las luchas, o la subjetividad feminista de las activistas que se ve reforzada tras atravesar un proceso de aprendizaje y empoderamiento a partir de su experiencia violenta.

Tal y como señala el estudio, “la negación del sexismo y la violencia sexista dentro estas comunidades produce una mayor indignación y frustración por parte de las agredidas, dado que se convierte en una dificultad añadida a la hora de identificar las agresiones en términos sexistas y actuar frente a las mismas”.

Asimismo, según el estudio, dentro de los colectivos mixtos se da una jerarquización de las diversas luchas, según la cual, combatir el sexismo queda postergado hasta la consecución del resto de reivindicaciones en torno a las cuales se articulan.

En consecuencia, la violencia política será aquella que se ejerce frente y sobre los intereses y demandas de la organización, mientras que la violencia sexista es relegada al ámbito de lo privado, en dónde operan los mismos mecanismos de justificación y evasión de responsabilidades que en otros contextos.

El estudio, en este sentido, resalta la necesidad de “trascender el nivel discursivo” y señala que el hecho de que muchos colectivos y organizaciones se hayan apropiado de un discurso feminista como parte de su identidad colectiva y política, “no implica que haya habido una interiorización a otros niveles”.

ERRRADICACIÓN DE LA VIOLENCIA
“La erradicación de la violencia sexista requiere cambios que implican la politización de las relaciones interpersonales, la asunción de responsabilidades colectivas, o la generación de nuevos modelos de activismo, entre otros”, señala el estudio.

Una de las conclusiones generales alcanzadas por el estudio es la importancia de ampliar el conocimiento sobre las implicaciones y mecanismos del fenómeno de la violencia, cualquiera que sea el escenario en el que se reproduce.

En este sentido, afirma que “una mayor consciencia sobre el funcionamiento y expresiones del maltrato, aumenta las posibilidades de identificarlo y enfrentarlo, bien por parte de las mujeres que lo sufren, bien por parte de la sociedad en su conjunto”.